Cuando la calma se va... regresan las heridas que nunca sanamos
A lo largo de la vida, vamos viviendo muchas cosas. Algunas nos llenan de alegría, otras nos empujan al crecimiento, y muchas pasan desapercibidas. Pero hay un tipo de experiencias que, sin darnos cuenta, se van quedando atrapadas dentro de nosotros: las que nos dolieron, las que no supimos procesar, las que decidimos enterrar para seguir adelante.
Desde la niñez, vamos enfrentando momentos que nos marcan. Tal vez fue un rechazo de alguien importante, una palabra dura, una ausencia que no supimos cómo interpretar. Otras veces fue el miedo, el abandono, la comparación constante, o sentirnos "menos" en un mundo que a veces exige demasiado de nosotros y ofrece muy poco consuelo.
Y aunque creemos que el tiempo lo cura todo, la verdad es que el tiempo solo cubre… no siempre sana.
La acumulación silenciosa
Vivimos con la idea de que debemos ser fuertes. Aprendemos a callar lo que sentimos, a no molestar, a sonreír aunque algo por dentro esté roto. Y así, año tras año, vamos acumulando pequeñas (o grandes) heridas emocionales. No porque queramos ignorarlas, sino porque no sabemos qué hacer con ellas.
Lo más duro es que muchas veces ni siquiera somos conscientes de lo que cargamos. Seguimos con nuestra vida, enfocándonos en trabajar, estudiar, cumplir metas. Y mientras todo marcha bien, esas heridas parecen no estar. Parecen haber desaparecido.
Pero el alma tiene memoria. Y el cuerpo también.
Cuando todo se derrumba (o parece que se va a derrumbar)
Luego, llega un momento difícil: una crisis financiera, la pérdida de un empleo, una ruptura, una etapa de soledad. Y de repente, algo se activa. Comienzan a aparecer emociones que nos abruman. Miedos que parecen exagerados. Inseguridad, angustia, sensación de vacío.
Nos preguntamos: “¿Por qué me siento así?”, “¿Por qué me afecta tanto esto?”. Y muchas veces, la respuesta no está solo en el presente, sino en todo aquello que quedó guardado y que esta nueva situación vino a detonar.
Es como si los fantasmas del pasado aprovecharan cualquier grieta en la estabilidad para salir. No con maldad, sino con un mensaje: “aún estoy aquí, aún no he sido sanado”.
Heridas viejas, reacciones nuevas
En esos momentos de dificultad, no solo enfrentamos el problema actual. En realidad, enfrentamos a la vez todo lo no resuelto del pasado. El miedo a quedarnos sin trabajo no es solo por el dinero: a veces es el miedo a sentirnos inútiles, insuficientes, reemplazables, como tal vez alguna vez nos hicieron sentir.
La soledad de la vida adulta no es solo la falta de compañía: es la herida de abandono de la infancia, la falta de afecto, o el dolor de sentir que no merecemos que alguien se quede.
Las comparaciones en el trabajo no son solo estrés laboral: son los ecos de padres, maestros o figuras importantes que constantemente nos hicieron dudar de nuestro valor.
Y lo más complejo es que todo esto se activa sin que nos demos cuenta. Solo sentimos el síntoma: ansiedad, angustia, tristeza, apatía. Pero rara vez entendemos el origen.
Cuando estás bien… es cuando más necesitas sanar
El error más común es pensar que solo necesitamos ayuda cuando estamos mal. Pero en realidad, los momentos de estabilidad son una gran oportunidad para sanar todo aquello que no hemos querido ver.
Cuando todo está bien, tendemos a ignorar lo que duele. Decimos: “ya lo superé”, “eso quedó atrás”. Pero si nunca lo trabajaste, si nunca lo expresaste, si nunca lo sanaste… está ahí. Solo esperando una nueva tormenta para volver a salir.
Y ahí es donde cobra sentido el trabajo terapéutico. No para apagar fuegos, sino para prevenir incendios. No para “arreglarte”, porque no estás roto, sino para que puedas entender, integrar, liberar y seguir tu camino más ligero.
Ser fuerte también es pedir ayuda
Nos enseñaron a ser fuertes. Pero se nos olvidó que ser fuerte también significa tener la valentía de mirar hacia adentro. Significa reconocer que no todo lo que vivimos lo superamos, que no todas las heridas están cerradas, que a veces seguimos con la vida pero seguimos cargando con lo que nos dolió.
No estás mal por sentirte así. No estás roto. No estás exagerando. Solo eres humano, y dentro de ti hay historias que merecen ser escuchadas con compasión y respeto.
Por eso, en Equilibrio GT, creemos que la salud emocional no es un lujo para momentos extremos, sino una parte esencial de tu vida cotidiana. Queremos que sepas que no tienes que esperar a tocar fondo para comenzar a sanar. Puedes hacerlo ahora. En calma. Desde la paz.
Una invitación sincera
Si hoy estás en un momento estable, te invito a aprovecharlo. No para quedarte ahí como si todo estuviera perfecto, sino para mirar hacia adentro. Para preguntarte:
– ¿Qué he guardado por años?
– ¿Qué heridas he negado?
– ¿Qué parte de mí necesita ser escuchada?
Y si hoy estás en un momento difícil, también estás en el lugar correcto. Porque todo lo que estás sintiendo tiene sentido. No estás solo. Hay un camino. Y hay personas dispuestas a acompañarte en él.
Sanar es un proceso. No hay atajos. Pero cada paso vale la pena.
Agenda tu cita hoy mismo
Si sientes que tus pensamientos te abruman o si estás en una lucha constante contigo mismo, es momento de pedir ayuda. La salud mental no se improvisa, se trabaja.
📱 Escríbenos por WhatsApp y con gusto te atenderemos. Somos Equilibrio GT, un espacio seguro donde tu bienestar emocional es nuestra prioridad.
“Cuida tu mente, porque ahí habitas todos los días.”
Redactado por: Licda. Nancy Álvarez
Psicóloga clínica – Terapia individual y apoyo emocional
Especialista en salud mental y regulación emocional
📌 Recuerda:
Pedir ayuda no te hace débil, te hace valiente.